miércoles, 20 de junio de 2012

XAIME QUESSADA: JUEGO DE ESPEJOS (1ª parte)

Con el pretexto de que actualmente cuelgan en las paredes de nuestra galería cuatro importantes obras de Xaime Quessada, iniciamos un recorrido en nuestro blog alrededor de la figura de este artista.

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Artista multiforme, esponja de estilos, dibujante superdotado y prácticamente inabordable es Xaime Quessada. De complejísimas composiciones figurativas al informalismo, ilustra libros y escribe novelas, cultiva todos los géneros, se impone un ritmo frenético de trabajo y exposiciones. No hay un Quessada, sino muchos. En las siguientes entradas de nuestro blog vamos a tratar de desgranar el juego de espejos que es la carrera artística de este genio de personalidad desbordante.

Xaime Quesada nace en Ourense el 14 de julio de 1937. Sus inicios en el arte datan de muy niño, cuando junto a sus hermanos pasaba hojas de los libros de anatomía de su abuelo el médico. Luego descubrirían los grabados y litografías de la extraordinaria biblioteca de su padre, hasta que un día un franciscano, confesor de la madre de Xaime, aconsejó la quema de aquella biblioteca. En aquel “holocausto de fuego”, así lo denominaría el pintor, ardió la historia de la literatura y la cultura occidental. La segunda conexión, y quizá la más importante, de Quesada con la pintura sería a través de su primo Alejandro, al que veía pintar horas y horas.
Muy pronto la saga de los Quesada sería conocida como una familia de artistas en los campamentos del Frente de Juventudes. Eran también los tiempos en los que Xaime se resignaba con los ejercicios espirituales que, obligatoriamente, tenía que hacer en Acción Católica.
Recibe, por primera vez, el impacto del cubismo de Picasso en 2º de bachillerato a través de una minúscula fotografía. Este hecho lo lleva a investigar más sobre el artista malagueño y en su búsqueda se encuentra también con la luz, los colores cálidos y la espirtualidad de Rembrandt. Tal fue la pasión por el pintor holandés que arrancó las láminas de los libros que consultaba en la biblioteca.
Le impresionaría la técnica de Parada Justel, que contempla en el Museo de Ourense, y llamarán a su puerta, a través de láminas, pintores de muy distinto signo: Toulousse-Lautrec, la “magia irracional” de El Bosco y Goya. Ante tal curiosidad del artista, ante tamaña documentación, hay que decir que Quessada es la figura del teórico-pintor de Galicia por excelencia.
Posteriormente, amplía su repertorio artístico: decora azulejos, dibuja cómics, hace gouaches y acuarelas de Ourense... Es ahora, cuando llegan hasta él las primeras reproducciones de Picasso, de las etapas azul y rosa, que tanto le influirían.
Por esas fechas se expuso en Ourense un repertorio de reproducciones de, entre otros, Monet, Manet, Pisarro, Sisley, Degas, Renoir, Cézanne, Van Gogh, Gauguin, Chagall, Matisse, Picasso o Modigliani. El impacto de esta muestra lo lleva a tomar la vital decisión de dedicarse exclusivamente a la pintura y preparar su primera exposición. Esta se celebraría en el Liceo ourensano, en 1952, y el tema sería la ciudad de Ourense. Allí mostraría acuarelas de la ciudad, temples con catedrales fantásticas y cuadros surrealistas con iluminación inspirada en Rembrandt, cuyo tema eran unos niños cantando.
Llegaría un momento en el que Ourense se le quedaría pequeño para ampliar su formación e inicia, en 1956, su etapa de estudiante en la Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid. Antes ganaría, por dos años consecutivos, el Concurso Provincial de Arte Juvenil.
Ya en Madrid toman cuerpo las inquietudes políticas de Quesada, totalmente contrarias al régimen franquista. Se integra en el grupo ALIENTO, colabora haciendo cartelismo con el Grupo Tierra de la facultad de económicas, forma parte del antifranquista Frente de Liberación Popular (FLP/FELIPE) de corte marxista y conoce a intelectuales destacados como Vázquez Montalbán o Nicolás Sartorius.
Las prematuras lecturas que había hecho en su etapa ourensana de Nietzsche y Schopenhauer, adelantaron su afán por la lectura en estos años: Marx, Engels, Darwin, Freud o Kafka. Desde el punto de vista artístico, en 1957, ya había leído El punto y la línea de Kandinsky y había realizado, inspirado en ese texto, cuadros abstractos.
Sin embargo, Quesada, desde un primer momento, mostró un desinterés absoluto por la formación académica. Esta carencia era sustituida por constantes visitas al Museo del Prado y al Museo de Arte Moderno. Siempre mostró más entusiasmo por la historia del Arte, por el conocimiento de la obra, que por el aprendizaje técnico a través de la educación reglada.
Expone en Ourense y las influencias de esas pinturas son claras: Goya, Velázquez, Regoyos, Monet, Picasso, Leonardo, Rembrandt... Lo acusan de impersonal y, años más tarde, Quesada respondería que “se me exigía un estilo que yo no podía tener aún. Me faltaba aún tanto por conocer. Sabía que eso nacía sin darse cuenta, que buscarlo era absurdo y falso”. Luego, en 1959, consigue el Premio Extraordinario de Paisaje de las Escuelas de Bellas Artes de “El Paular” por el cuadro titulado “Tierras”.
Su inquietud, su afán de conocer, le llevó a desear fervientemente visitar París y conocer, de primera mano, el Renacimiento italiano. A partir de entonces se convertirá en un trotamundos. Los viajes por Europa le abrieron las puertas de la modernidad que el franquismo prohibía. La esencia fue entender la gran pluralidad estilística que había generado Europa. Sobre todo, según Salvador García-Bodaño, “la alta belleza nunca superada de las primeras vanguardias”.