miércoles, 22 de junio de 2011

LA RENOVACIÓN ARTÍSTICA GALLEGA EN LOS AÑOS 80: EL GRUPO ATLÁNTICA.

Menchu Lamas. Mano.
Resulta inexcusable, a día de hoy, hablar de arte gallego contemporáneo sin mencionar al Grupo Atlántica. Un movimiento, formado a principios de los 80, con el objetivo de crear, desde Galicia, un arte internacional vinculado a la poética romántica, a la renovación del arte español y a una nueva estética que afectó a la concepción del arte de aquella época.
    En tanto que nacionalista ideológicamente, el Grupo Atlántica surge como colectivo que pretendía “discutir del país” y meditar sobre métodos, planteamientos, procedimientos y filosofía de la plástica vigente. De poética romántica, vinculados a un pasado precristiano y con procedimientos hermanos del expresionismo abstracto americano trataban de plasmar la identidad cultural en sus obras.
La vida del Grupo sería breve (1980 – 1983). Tan solo cinco exposiciones comisariadas en muestras siempre de naturaleza plural.

La obra del Grupo Atlántica posee una carga poética romántica, pero no en el sentido estrictamente clásico del término. Aquí, siguiendo la publicación La pintura moderna y la tradición del romanticismo nórdico de R. Rosemblum, el romanticismo existiría, principalmente, como estructura simbólica que provoca un iconismo. Existen una serie de aspectos, pues, que relacionan al grupo con esta corriente. Uno de ellos sería la conexión con lo arcano, conducido a partir del mito y relacionado con las fuerzas primigenias en los personajes de Francisco Leiro y Antón Lamazares, así como en las terminologías paganas de Menchu Lamas y Antón Patiño. Otro aspecto sería el enlace con la tierra, que lo encontramos en la creación de figuras monumentales de Leiro, que emplea como materia prima troncos de madera, y también lo observamos en Antón Patiño con sus troncos de árbol transmutados en féminas. La creación de dioses inéditos sería otro rasgo a tener en cuenta, con las figuras confrontadas al abismo (como diría Eugenio Trías en Lo bello y lo siniestro) y la sencillez de la estructura, que en Lamas y Ángel Huete se relacionaría con cierto vigor poético, en Patiño con la estética del vacío y en Lamazares con un lirismo introspectivo. El viaje, tanto físico como interior, simbolizado a través de ventanas en las obras Guillermo Monroy nos remite, en una mirada hacia la eternidad inconmensurable, a románticos como Friedrich o Newman. Por último, hay que referirse al empleo del color, especialmente el azul. Excluyen los tonos planos, pues la indeterminación cromática los aleja del mediterraneismo y los aproxima al mundo nórdico, como podemos observar en la obra de Freixanes y Patiño.
Antón Patiño. Campo Magnético.
Los artistas del Grupo Atlántica no sólo puntualizan una inclinación romántica por su pertenencia al mundo nórdico, sino que también poseen prístinas menciones - especialmente en la imagen rotunda, enérgica e impactante - al Expresionismo Abstracto Americano, que  también se hallan vinculados al romanticismo e interpretan una misma costumbre.
La acentuada influencia, por lo tanto, del Expresionismo Abstracto, en contacto con el resto de Europa, debido al colonialismo cultural existente desde los sesenta, es obvia en el Grupo Atlántica. Además, cuando Antón Patiño, Menchu Lamas, Guillermo Monroy y Ángel Huete realizaron un viaje a Estados Unidos, donde vieron de primera mano la obra de Rothko, Pollock, Motherwell o De Kooning. Este viaje amplió su percepción del mundo y de la realidad dando como resultado el alumbramiento de Atlántica en Baiona. Sin embargo, a diferencia del Expresionismo Abstracto, los atlantistas no asumen una estética mística basada en la búsqueda de Dios a partir del Arte. El grupo gallego se acerca a la religión a través del mito, en una búsqueda de sus raíces.
Atlántica se relaciona también con el movimiento alemán de los “Nuevos Salvajes”, concretamente por su interés en demandar un arte internacional apartado de estéticas “provincianas”, por la recurrencia a fundamentos de un pasado precristiano y el rescate de pretéritas tradiciones a través de un uso expresivo del color. El expresionismo es el patrón contra aquellos artistas de poesía insulsa, hierática y distante, en una reivindicación clara - en los años 80 -  del retorno a la pintura.
La transvanguardia italiana, a pesar de ciertas diferencias, como el guiño culto al espectador recurriendo a alusiones pictóricas o la vuelta a la idea de oficio y a las técnicas tradicionales, posee al menos un par de puntos en común con el Grupo Atlántica: el regreso a la pintura y la oscilación en el campo antropológico y las mitologías individuales.
Antón Lamazares. Ancilla.
En cuanto a ese campo antropológico, hay que señalar que los atlantistas siempre defendieron la peculiaridad gallega con fuertes pretensiones de integrarla en el panorama artístico internacional. Y esto no sería un mero sueño. Artistas como Leiro, que realiza una escultura de cepa gallega que a la vez es actual o Menchu Lamas, que recupera a través de signos y símbolos el pasado tradicional, parecen lograrlo. Sin embargo, Atlántica no plantea su nacionalismo en una identidad de raza, porque su heterogeneidad abarca diferentes planteamientos: lo etnográfico, lo antropológico, la mirada oceánica, la tradición de la piedra, el trabajo en madera y el mundo mítico, unidas a rasgos fundamentalmente combinados con proposiciones internacionalistas.
Particular, parcial y sin un verdadero corpus teórico, el Grupo Atlántica supuso para el arte gallego la desavenencia con una praxis totalmente obsoleta. Los atlantistas rasgaron con su mirada el pintoresquismo cargado de folklore que negaba toda posibilidad de incursión en los nuevos comportamientos artísticos. La vida de Atlántica, muy breve, sirvió para que los artistas jóvenes iniciaran un camino ligado al arte internacional, que antes de la llegada de Atlántica hubiese sido prácticamente imposible en Galicia.

    La galería José Lorenzo exhibirá obras del Grupo Atlántica hasta el próximo 23 de Julio en Travesa do Franco.